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Timothy Snyder: ¿Por qué el izquierdista superficial llama "fascista" a todo el mundo?

Timothy Snyder, en conversación con Tony Judt, comenta la apropiación del discurso antifascista por parte del comunismo soviético. 
La llegada al poder de Hitler también trajo, después de aproximadamente un año, una completa reorientación de la política exterior soviética, tal como se expresó en la Internacional Comunista. Los soviéticos tomaron la bandera del antifascismo. Los comunistas ya no combatirían a cualquiera que estuviera a su derecha, empezando por los socialdemócratas. A partir de 1934 iban a formar alianzas electorales con partidos socialistas y a ganar elecciones en nombre de un Frente Popular. De este modo, el antifascismo le permite al comunismo soviético presentarse como una atractiva causa universal que une a todos los enemigos del fascismo. Pero este universalismo, dadas las circunstancias del momento, tuvo su mejor expresión en Francia. (Judt, T.; Thinking the Twentieth Century. New York, Penguin Press, 2012; p.178)
Los nazis son sólo el síntoma más perceptible de un enemigo que conviene presentar de manera difusa, primero enmarcándolo dentro del movimiento fascista general en Europa (lo cual es correcto) y luego extendiendo la etiqueta a cualquier colaborador real o imaginario de este movimiento. Gracias a la lógica del "si no eres mi amigo, eres mi enemigo", surge la costumbre de llamar "fascistas" a quienes no se incorporen a la causa universal de la que habla Snyder. Esta costumbre llega hasta nuestros días, adoptada por "izquierdistas" de inteligencia limitada que siguen usando el calificativo cuando ya ha perdido todo sentido (y referencia).



Tony Judt: Pensando el siglo XX

Una entrevista-conversación entre Timothy Snyder y el historiador británico Tony Judt, quien presenta su visión del siglo XX de manera autobiográfica.

Comentando la historia de Austria a principios de siglo, apunta un buen dato sobre el origen de ciertos prejuicios de la economía:
Irónicamente, la experiencia austríaca -que fue siempre y sobre todo un encuentro político entre la izquierda urbana marxista y la derecha cristiana de provincias, suspicaz respecto a Viena- ha sido elevada al estatus de teoría económica. Es como si lo que tuvo lugar en Austria fuera un debate entre planificación y libertad, lo que nunca fue el caso, y como si fuera evidente que el curso de los acontecimientos que llevaron desde una ciudad planificada a la represión autoritaria y, finalmente, al fascismo, pudiera resumirse como una relación causal necesaria entre planificación económica y dictadura política. Separado de su contexto histórico austríaco y de su referencia histórica, este conjunto de presupuestos -importado a los EEUU en los maletines de un puñado de desengañados intelectuales vieneses- ha venido a conformar no sólo la escuela económica de Chicago, sino también toda conversación pública relevante sobre decisiones políticas en ese país. (Judt: Thinking the Twentieth Century, p. 30)
Un aspecto más de la inmensa influencia cultural de Austria sobre la cultura occidental en el siglo pasado.